Consultado Jorge Valdano hace algunos años sobre su opinión acerca de Zinedine Zidane, el ex-entrenador del Real Madrid reflexionaba:
“Hay partidos que son aburridos porque tienen poca velocidad y otros que son caóticos porque tienen un exceso de velocidad. El fútbol europeo siempre tuvo prisa, pero en estos días exagera. El único reloj que da la hora justa es el de Zidane. Tiene un panorama amplísimo; sabe cuando hay que tenerla y cuando hay que soltarla, sabe cuando hay que jugar en corto y cuando hay que jugar en largo, sabe cuando hay que tocar hacia los laterales y cuando hay que profundizar. En un fútbol donde la norma es chocar, Zidane siempre encuentra los caminos despejados. El disco duro que tiene en la cabeza parece juntar la historia del fútbol europeo y la del fútbol sudamericano; el resultado es un juego universal”.
Yo, por mi parte, me limito a decir que ver jugar a Zidane me devolvía el alma al cuerpo, me llenaba de esperanza. El fútbol de Zidane era un fútbol lleno de poesía, solidaridad, lleno de clase. Nunca un toque de más, nunca uno de menos. Los tiempos y espacios se prolongaban hasta que el francés decía lo contrario. "Zizou" jugaba al fútbol como todos deseamos alguna vez jugar.
Siempre me dio la impresión que Zidane tenía todas la respuestas a las preguntas que un futbolista, irremediablemente, se hace por 90 minutos. Y ahora que lo pienso, era cierto. Zinedine Zidane tenía todas las respuestas. Sin embargo, las mantenía, como un caballero, bien guardadas en sus pies.
jueves, 3 de abril de 2008
Algo sobre Zinedine Zidane
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