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viernes, 25 de enero de 2008

Reportaje Especial: LA AVENTURA AMERICANA DEL BARCA (continuacion)

... En esa época era solo en el estadio del Barcelona donde, pese a la estricta persecución que ejercían las fuerzas policiales, se podía hablar en público en catalán o –camuflada entre los colores distintivos del club- podía verse alguna “senyera”, la bandera nacionalista prohibida por el franquismo.

Durante mucho tiempo el Barça –el club, su estadio, los títulos locales e internacionales que el equipo pudo conseguir- fue casi el único canal de expresión en libertad para miles de catalanes más o menos tolerado por el régimen. Si bien ha pasado mucho tiempo de esto y las cosas –afortunadamente- han cambiado de manera profunda en España, gran parte de ese sentimiento aún pervive. El FCB, a su manera, es visto aún por mucha gente como un canal de reivindicación de un mayor grado de autonomía de Cataluña frente al gobierno central español. La gestión de Joan Laporta es tal vez la que más sensible y cercana ha sido en toda la historia reciente del club a este tipo de sentimiento. En pocos sitios, aparte del estadio del “Camp Nou” pueden verse en determinadas fechas especiales carteles que rezan la frase “Catalonia is not Spain”. Este hecho, de más está decirlo, genera enormes conflicto con la gigantesca masa de aficionados no catalanes y culés, que no comparten el ideario independentista y que solo se vinculan al club por motivos deportivos, pero eso es material para analizar en otro momento.

Para este “núcleo duro” de socios y aficionados del Barcelona –que tiene una enorme influencia dentro de la Asamblea y cuenta con una gran participación en los medios de comunicación- la camiseta del equipo, el nombre del club, su himno, tienen un valor simbólico de mucho peso. No por nada el Barça no lleva publicidad que “manche” los colores de la entidad. En ningún equipo que fuera una sociedad comercial se aceptaría desperdiciar la posibilidad de poder alquilar uno de los espacios publicitarios más deseados en el mundo del deporte.

El FCB, al menos de momento, prefiere mantener su casaca “limpia” de acuerdos comerciales y “donarla” a la UNICEF.

No quiero que quede la imagen de que estos aficionados son una suerte de talibanes irreductibles en torno de la causa del Barcelona. El fútbol no deja de ser un juego, un elemento secundario y prescindible en situaciones realmente extremas. Pero dentro del mundo del FC Barcelona, donde los sentimientos son potentes y persistentes más allá de lo racional en muchos casos, los conceptos expresados aquí pueden encontrarse.

Cuando, entre otras cosas, la dirigencia del club habla de que la franquicia de Miami tal vez no se llame “Barcelona” o “Barça”, que probablemente no tendrá el escudo del equipo catalán y que tal vez su camiseta no sea azulgrana creo que la intención de Laporta y su entorno es la de curarse en salud en dos frentes de conflicto.

El primero es el que pueden plantear los socios y aficionados, que por razones simbólicas o de enfrentamiento al presidente pueden obligar a dar marcha atrás al acuerdo. En los últimos días Laporta ha vuelto a ser protagonista de situaciones muy polémicas, como el enfrentamiento innecesario con la dirigencia del Espanyol a pocas horas del clásico de la ciudad, o el hecho de haber admitido que –como abogado- asesoró a un grupo empresarial de Uzbekistán interesado en adquirir al equipo del Mallorca, dos cuestiones que han vuelto a reavivar el fuego de las protestas contra la gestión del actual presidente.

Y el segundo frente es el financiero-económico. Si bien a ambos lados del Atlántico se ha dicho hasta el hartazgo que el FCB no pondría un solo euro o dólar en esta aventura, y que todo el peso monetario de la operación recaería en Marcelo Claure, creo que se está comenzando a ver que esto no es como nos lo han querido pintar hasta ahora. Si el Barcelona presta finalmente su nombre, sus colores, su escudo, y el conocimiento y prestigio que tiene dentro del universo del fútbol, cada uno de esos elementos pueden ser medidos, calculados en dinero contante y sonante. Con un joint venture como este el club catalán pondría en juego mucho de su bagaje institucional y deportivo y encuentro razonable que eso sea considerado como dinero, exista o no un intercambio de billetes de por medio.

El director general del FCB, Joan Olivé, que se ha pasado varios meses yendo y viniendo entre Barcelona y Miami, acaba de anunciar que el club catalán no quiere asumir riesgos financieros con este emprendimiento. Si realmente el Barça no pone dinero en la operación, ¿a qué riesgos financieros se refiere el dirigente?. Para mí queda claro que desde el minuto cero la entidad española ha asumido la posibilidad de que este emprendimiento pueda implicar una erogación de dinero (ahora o en el futuro más o menos cercano) y, analizando la situación económica actual en Estados Unidos y en el mundo en general, el Barcelona tal vez intente ahora recortar el alcance de su implicación en el proyecto (eliminando la participación directa en el mismo, limitándose a ser un mero asesor de un grupo empresarial) u obtener alguna suerte de rebaja en las exigencias que la MLS seguramente impone a cualquier aspirante a quedarse con una de sus franquicias.

Imagino que en los próximos días veremos una negociación complicada para la MLS, a quien seguramente le interesa tener dentro de su liga a un FC Barcelona integrado de la manera más elocuente posible (la llegada de un equipo como este sería un reclamo tan o más importante que el desembarco de David Beckham en Norteamérica tiempo atrás), y –por otro lado- no desea verse “extorsionada” por un gigante del fútbol mundial que tal vez ahora crea que –en tiempos de inestabilidad económica- pueda ir de rebajas a Estados Unidos.

(El trabajo de Ariel Judas lo puedes encontrar en el sitio Latitud Futbol).

Q: Qué te parece todo este proyecto de franquicia MLS del FC Barcelona en Miami? Cuéntanos! No te olvides que tu opinión importa.

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